XV Encuentro Anual de ACDE

“Los empresarios, el Estado y un mundo en pleno cambio”
Martes 26 de junio de 2012 – Marriott Plaza Hotel Buenos Aires

 

Mensaje de apertura del Mario Vicens, Presidente del XV Encuentro Anual

Muy buenos días socios y amigos de ACDE. Quiero darles la bienvenida a este decimoquinto Encuentro Anual para reeditar, una vez más, un espacio de reflexión y debate que en esta oportunidad coincide, además, con el sexagésimo aniversario de la Asociación.

Como es ya tradición en ACDE, en esta oportunidad el Encuentro  propone reflexionar sobre temas que entendemos son de trascendencia para el país y, al mismo tiempo, hacen a nuestro interés y nuestra responsabilidad como empresarios, profesionales o simples ciudadanos, preocupados por contribuir a construir una nación que progrese sostenidamente y brinde oportunidades de progreso a todos sus habitantes.

Este año el Encuentro tiene lugar cuando gran parte del mundo sigue afectado por una crisis económica que comenzó, hace ya un lustro, con la explosión de una burbuja de precios en el mercado inmobiliario y se ha extendido luego al resto de las economías a través de su impacto en los mercados financieros y las dificultades que enfrentan algunas naciones para recomponer sus cuentas fiscales y su capacidad de endeudamiento.

La duración de la crisis, a su vez, con todas sus implicancias negativas sobre la producción, el empleo y las expectativas de los habitantes de los países afectados, ha puesto de manifiesto la dificultad que enfrentan los gobiernos para acordar el camino que deben transitar a fin de superar los problemas, en un mundo que es cada vez más interdependiente desde todo punto de vista y, particularmente, en lo económico.

Peor aún, las dirigencias y expresiones políticas más tradicionales están en la actualidad bajo la presión de resolver las urgencias financieras y atender, además, la creciente insatisfacción de la opinión pública, un campo propicio para que no sólo se cuestionen instituciones cuya construcción ha demandado décadas y se suponían sólidamente instaladas sino que, además, se proponga en algunos casos su eliminación o una reforma sustantiva de las mismas.

En ese marco es que en ACDE hemos planteado el papel del Estado como centro de la reflexión de este Encuentro, porque su rol es clave en las crisis y porque es de esperar que, tal como ya sucedió en el pasado, la emergencia termine creando condiciones favorables a una intervención estatal mucho más activa en el funcionamiento de los mercados y las economías.

No cabe duda del papel relevante que el Estado cumple no sólo como proveedor de educación, justicia, seguridad, etc. sino también cuando interviene en los mercados para asegurar la provisión de otros bienes públicos, garantizar la competencia o regular y controlar aquellas actividades que requieren de su tutela.

Esto no significa que hay una única manera de llevar adelante estas tareas. Más allá de ciertas similitudes, cada país ha desarrollado la suya con sus pro y sus contras, en función de sus raíces históricas, el estado de su desarrollo, la madurez de sus mercados, la eficiencia de sus organizaciones estatales, la legitimidad con que las mismas cuentan entre la población, la solidez de sus instituciones.  De hecho, en algunos casos su acción es claramente subsidiaria, en otros tiene carácter básicamente benefactora mientras que, por ejemplo en China y otros países asiáticos, el Estado ha sido un factor importante de su estrategia de crecimiento.

Tampoco cabe ninguna duda acerca de la necesidad de que intervenga activamente en las crisis. No hay otro actor de la economía que disponga de los instrumentos que requiere restablecer la estabilidad y el crecimiento, atenuar los costos sociales provocados por las crisis y, al mismo tiempo, establecer las condiciones para que las mismas no se repitan, más aún cuando éstas están relacionadas con decisiones de política económica.

No obstante ello, cuando las medidas de política económica que se introducen para atenuar el impacto de los problemas, sean éstas de orden fiscal, monetario o comercial, se extienden en el tiempo transformándose en un rasgo permanente de la política económica, la historia indica que es probable que terminen convirtiéndose en un factor de atraso económico o en el germen de una nueva crisis.

En efecto, cuando el compromiso fiscal en que se incurre y las medidas poteccionistas que se adoptan en el marco de la emergencia, no está claro que son transitorias ni son tratadas como tales, difícilmente puedan ser removidas y hasta puede suceder que tenga que ser incrementadas nuevamente si es que en lo sucesivo cede el nivel de actividad y los ingresos fiscales se debilitan. De allí al exceso de endeudamiento, al financiamiento monetario del déficit, a la pérdida de reservas internacionales y la aparición de presiones inflacionarias con su correlato en términos de inestabilidad económica, incertidumbre y menor producción y empleo, sólo hay unas pocas instancias.

Por otra parte, cuando la intervención estatal se lleva a cabo allí donde no se necesita y, además, adopta un perfil que prescinde de publicar sus reglas de juego, que no se ocupa de hacer conocer el marco normativo que sostiene su aplicación, que se aplica en forma selectiva y no general, que es decidida sin discusión pública ni la búsqueda del consenso que la legitima, introduce factores que distorsionan el normal funcionamiento de la economía, generan incertidumbre, desincentivan la inversión y favorecen comportamientos rentísticos y, a veces, hasta cortesanos, por parte de los actores de la economía, incluyendo empresarios y dirigentes.

Más aún, cuando el Estado desconoce por completo el principio de subsidiaridad que debe gobernar sus intervenciones en el quehacer económico, suele terminar ahogando la iniciativa privada, debilitando sus estructuras y desatendiendo sus obligaciones primarias.

Este tipo de situaciones, que resultan inconcebibles incluso en aquellas economías más castigadas hoy en día por la crisis, lamentablemente ya se están presentando en algunos países de nuestra región, muchas veces sostenidas con el argumento de que, de ese modo, se atienden necesidades para las que, en realidad, hay otras soluciones más transparentes y efectivas, menos distorsivas y más sustentables.

Tenemos la convicción de que, como ha sucedido habitualmente en los encuentros anuales de ACDE,  hoy también asistiremos a una jornada que entendemos nos ayudará a reflexionar sobre estos temas y encontrar, al mismo tiempo, la mejor manera de transmitir estas preocupaciones e impulsar la articulación de la tarea empresaria con el Estado, como una vía concreta de contribuir a que entre todos encontremos definitivamente el camino del progreso.

Para terminar quiero agradecer a los socios de ACDE que me acompañaron en la Comisión Organizadora de este Encuentro, a Tristán Rodriguez Loredo y Alejandro Tonnelier que debieron conciliar la transición de sus mandatos con la organización del evento, y al personal de ACDE sin cuya ayuda esto no hubiera sido posible.

Muchas gracias.




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